El documental A vida conta retrata la vida de las mujeres del rural compostelano durante la pandemia

A vida conta

El 13 de marzo de 2020 se cerró todo, por la crisis sanitaria provocada por la Covid19. Cerraron las escuelas y la mayoría de los espacios de trabajo y también cerraron los centros socioculturales del rural compostelano, tan sólo unos días antes del encuentro entre parroquias que las mujeres del rural llevaban meses organizando. El documental A vida conta arranca esos últimos momentos antes de la cuarentena y termina más de un año después, el verano de 2021, cuando las mujeres pudieron celebrar -por fin- su esperado encuentro entre las parroquias.

A vida conta habla de la felicidad recuperada décadas más tarde. “Quién es la más libre de todo este grupo?” pregunta en marzo de 2020 mirando la cámara Fina de Laraño. Y contesta rápidamente: “Yo! Hace años que no era. 52 años que era una esclava, pero ahora soy libre. Libre para siempre jamás. Y muy feliz”. La cuarentena fue demoledora para ella, al arrebatarle esa felicidad recién recuperada en las actividades del centro sociocultural. “Sufrí mucho con la pandemia, en la casa encerrada”, reconoce, “pero espero que quitemos la careta pronto y estorbamos a vivir más libremente”. “A mí lo que me falta son abrazos de las amigas, de las compañeras” dice sonriendo animada a la cámara.

Después de años de participación en los talleres de empoderamiento individual y colectivo que se vienen realizando desde el año 2016, compartiendo espacios de encuentro y experiencias vitales, el documental de Cruz Dafonte y Manuel Tato va tejiendo relatos de miedos, propios y ajenos, de pasatiempos, de cuentas y de memorias. Relatos, sobre todo, de soledad. Momentos en los que parecía que había llegado “el fin del mundo” y una cierta consciencia de que la vida estaba cambiando para siempre jamás. “Estábamos metidas en tantas cosas, que no nos quedaba tiempo de pensar si éramos felices o no”, explica Elena de Marantes, “pero, de repente, nos quitaron todo de golpe y no hubo más gimnasia, más jugar unas cartas o saludar a una vecina para ver como estaba”. Fue una etapa muy dura para todas ellas y ahora se dan cuenta de que, como dice la misma Elena, se adaptaron “otra vez a quedar en la casa, la que de la igual todo”.

La técnica municipal María Pose señala que, en efecto, “la pandemia hizo que se repregaran de nuevo y que se habían vuelto a cerrar” y “cuando te acomodas a unas dinámicas es difícil romperlas”, advierte. Es fundamental sobrepasar esas dinámicas y miedos, porque son “muy restrictivas emocional y mentalmente”, principalmente, “porque la alternativa es case siempre estar sola”. “Tenemos algún centro en el que es muy difícil llegar a la gente y que participe”, reconoce Pose.

Elena de Marantes tiene claro que “muchas cosas tienen que volver a cambiar” y que las mujeres del rural tienen que pensar que “aún tuvimos suerte, que quedamos”. “Porque”, concluye, “otros muchos no lo pueden contar y nosotros vamos a recordar un poco del que nos quedó sin hacer, con ilusión”.

“Las mujeres juntas somos más fuertes y para ser feliz es preciso tejer redes y estar acompañadas y acogidas en un espacio vertebrador en el que no nos sintamos juzgadas y podamos abrazarnos y ayudarnos”, afirma María Pose. En este caso, ese lugar común para todas es el centro sociocultural de sus parroquias.

A través de las palabras de Maruja de Busto, Esperanza y Fina de Laraño, Elena de Marantes o Pilar de Figueiras, la pieza audiovisual de Cruz Dafonte y Manuel Tato retrata la vida de las mujeres valientes del rural estos largos meses de pandemia. Y, en ese relato suyo, teje muchos otros.

A vida conta se proyectará hoy viernes 5 de noviembre, a las 17h, en Busto y el miércoles 10, a las 19h, en la Casa Xohana Torres. Después, podrá verse libre y gratuitamente en las redes sociales de Compsotela, Territorio das Mulleres.

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